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FURIA de Fritz Lang, 1936

“El odio es la venganza del cobarde.”
George Bernard Shaw

Odio, venganza, cobardes… Durante este mes de Enero tendremos la ocasión de estudiar con más profundidad el origen de estos y otros temas en un nuevo ciclo temático dedicado a dos de los temas mas revisados en La Filmoteca: la violencia y la condición humana. Anteriormente, en pasadas ediciones, se proyectaron dos ciclos temáticos: Individuo y sociedad” (M el vampiro de Düserldorf, Fritz Lang 1931, El gran carnaval, Billy Wilder 1951 y Taxi Driver, Martin Scorsese 1976) en Abril del 2008 y “Violencia y condición humana” (Perros de Paja, Sam Peckinpah 1971, La Naranja Mecánica, Stanley Kubrick 1971, Una historia de violencia, David Cronenberg 2005 e Irreversible, Gaspar Noé 2002) en Octubre de 2008, cuyo nexo de unión bien podría ser este nuevo ciclo “Odio en la multitud”. Durante aquel ciclo, de Mayo de 2008, “Individuo y sociedad”, pudimos observar como se comporta un individuo frente a una masa incontrolable, como en el caso del personaje de Peter Lorre en la magnífica M, el vampiro de Düsserldorf (1931) de Fritz Lang o en la genial interpretación de Kirk Douglas en El gran Carnaval (1951) de Billy Wilder. En ambos films, estos diferentes perfiles, pero únicos individuos, generan y sufren una masa social incontrolable y feroz. Es en la película de Lang, muy cercana en el tiempo y en su fondo a la película de hoy, Furia, donde el tema de la justicia y el linchamiento son enfocados desde una nueva y critica visión sobre los más bajos instintos humanos. El personaje de Lorre y su enfermedad quedan aparcados hacia el final del film para mostrarnos el odio hacia un individuo en particular y su juicio paralelo a la ley. Sin embargo, y a diferencia de la posterior Furia, los violentos son criminales y el inculpado un enfermo mental. Todo ello muy acorde con la atormentada situación social en la Alemania de los 30 con sus miedos y advenimientos.

A principios de 1936 Fritz Lang aterrizaba en los Estados Unidos procedente de Francia donde había rodado una interesante película, Lilliom, el año anterior. En ella, y como ya venía haciendo desde Alemania, el Juicio Final era mas que evidente, explícito.
La obsesión de Fritz Lang por la redención del ser humano y por el dilema abierto a debate sobre la democracia y la ley tuvo en el reflejo de la sociedad americana el deseado objeto del cineasta para su estudio sobre la condición humana, la violencia y la justicia, sobre todo la justicia americana y sus agujeros legales.

Anteriormente en Alemania, Lang, siempre consecuente con la corriente expresionista que el mismo había ayudado a crear unido a su exmujer y guionista de la UFA Thea Von Harbou, había explorado temas sociales y advertido sobre el peligro de las corrientes de odio en masa generadas por individuos enfermos. Películas como Metrópolis, El Doctor Mabuse y, sobre todo, su magnífica continuación El testamento del Doctor Mabuse en 1933. En esta última, la evidencia de la advertencia del peligro fue demasiado explícita para el gobierno Alemán, y tras invitar a Lang a controlar la producción cinematográfica de la UFA bajo las órdenes del propio Goebbels y obtener el rechazo de éste, optó por la censura de la película. Amenazado, Lang huyó de su tierra natal como otros muchos colegas de profesión hacia los Estados Unidos.

Furia es un retrato de la sociedad americana de un recién llegado cineasta alemán que no comprende como una sociedad tan avanzada en otros registros no es capaz de controlar a los suyos, y al mismo tiempo es una advertencia sobre lo ya vivido por él en Alemania y que en los Estados Unidos tendría unas consecuencias muchísimo mas terribles. Lang busca desesperadamente con estos primeros films en América muestras de cordura social, huyendo de lo enfermizo y denunciando el germen de lo incontrolable.

Lang, que duda sobre la razón de los hombres tras llegar a America, considera que el sistema judicial americano debe ser revisado, puesto que es el único salvador de la sociedad americana y global. Mientras tanto, en Alemania todo esto se ha perdido, los valores y la justicia. Nadie mejor que Lang para advertir sobre defectos en el sistema y sus posibles consecuencias.

Afortunadamente, la ansiedad de Lang tiene consuelo en una sociedad cuyos héroes son los inocentes; no tanto los superhombres germánicos de la Alemania de la que proviene. Los héroes americanos, comúnmente los John Doe o Juan Nadie, son personajes que revitalizan el sueño americano. Aquellos que parten sin tener prácticamente nada, consiguiendo popularidad y respeto. Para ello, y regidos por la fuerte moral de la sociedad americana, deben ser prácticamente puros; totalmente inocentes. Con ello, la sociedad americana se distancia de la Alemana, donde se venera al más fuerte, al superhombre, inocente o culpable, cuerdo o enfermo.


Es la propia moral americana la que los salva de un sistema judicial defectuoso. Esto, Fritz Lang lo entiende y lo aprueba como podemos ver en el juicio final de Furia, donde la presión de su novia, estandarte de la moral americana, consigue redimir a un descontrolado Joe Wilson, magistralmente interpretado por Spencer Tracy, quien intenta tomar provecho del débil sistema democrático.


En Furia tenemos al mejor Lang, emocionado y esperanzado a su llegada a los estudios americanos, ansioso por obtener una libertad creativa prometida, similar a la que ya llegó a tener en la UFA. Consciente de ser parte de la industria cinematográfica mas importante del mundo, pronto se verá, como muchos otros grandes autores, censurado o limitado por sus propios anfitriones, siempre temerosos de contenidos.

De esta forma, Furia, como parte de la primera etapa de Lang en America, nos muestra lo mejor del cineasta Alemán. Y lo hace a modo de cine negro, un término acuñado mas tarde por los críticos para etiquetar al cine de género de los años 40 protagonizados por personajes atormentados, de moralidad ambigua, argumentos criminales, con su erotismo y su estilo visual barroco. Lang fue uno de los padres del género  y realizó varias películas que abordaban lo mejor del cine negro americano. Sin duda, la mayor influencia del cine negro americano fueron las películas expresionistas con sus pesadillas, temores, estética visual con esos claroscuros. Por ello, no es de extrañar que los mayores genios del género fueran expatriados alemanes como Billy Wilder o Edgar G. Ulmer.

Pero antes de la explosión del cine negro, con todos sus clichés, hubo un punto intermedio en el cine americano, a medio camino entre expresionismo y realismo, donde se crearon auténticas obras maestras en los 30 como es el caso de Furia.
En Furia no hay voz en off; no hay mujeres fatales ni un pasado tormentoso. Sin embargo, contiene los mejores elementos del cine negro americano para reafirmar su realismo y vigencia. En una escena memorable, el personaje interpretado Spencer Tracy mira a cámara, a los espectadores, respondiendo las preguntas de sus propios hermanos sobre la Ley, la justicia, la venganza y la violencia para, al término de plano, volverse a ellos. Un recurso extraño por la subjetividad del personaje. Evidentemente, Lang quería ser directo al espectador a toda costa. En este caso, a través del lenguaje cinematográfico, con un recurso muy poco habitual en la época, que volvería a repetir al final del film, y que tan sólo cineastas como Chaplin en El Gran Dictador se atrevían a utilizar para expresar un mensaje más que importante.

Furia es un film que ha ganado virtudes en el tiempo por su crítica, marcada especialmente por el año de realización. Un año, 1936, que los españoles recordamos amargamente como el inicio de la Guerra Civil Española y la inminente Segunda Guerra Mundial. Mientras eso ocurría, Fritz Lang advertía del peligro de lo incontrolable.

Y es que generar violencia es como encender una mecha… sólo hay que esperar a que estalle.

Javier Ballesteros

Otro artículo sobre Furia pinchando
aquí.

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