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Irreversible de Gaspar Noé

“Quisiera sufrir todas las humillaciones, todas las torturas, el ostracismo absoluto y hasta la muerte, para impedir la violencia”.

“Ojo por ojo y todo el mundo acabará ciego”.

Mahatma Gandhi.


Resulta muy complicado valorar una obra tan controvertida y polémica como Irreversible (Irréversible, 2002), y mucho más complicado insinuar los valores positivos de un film tan demoledor para el espectador como para la crítica.

Mi valoración en este texto sobre la película no es de carácter dogmático ni tampoco justifica los hechos en los que se basa; es una valoración dentro de un contexto específico para este ciclo temático de La Filmoteca sobre la violencia, donde Irreversible me parece la referencia más explicita a la misma.

Irreversible es la última película en proyección, dentro del ciclo “Violencia y condición humana” de la filmoteca, muy a propósito. En las anteriores proyecciones hemos podido observar muestras sobre la condición violenta, innata en el ser humano, la investigación sobre su origen, así como la represión de la misma de forma incorrecta. En La Naranja Mecánica (A Clockwork Orange, 1971), Kubrick intentaba demostrar que la violencia adquirida no puede omitirse con represión ni más violencia. En Perros de Paja (Straw Dogs, 1971), Peckinpah justificaba la violencia como defensa de unos ideales correctos y mostraba las posibles mutaciones de un hombre pacífico en situaciones límite. En Una Historia de violencia (A History of Violence, 2005), Cronenberg insinúa, sutilmente, que un hombre crecido entre violencia puede auto-omitirse a sí mismo para, sin embargo, ser un autómata. En Irreversible, Gaspar Noé es, a mi parecer, el más arriesgado no tanto por su contenido explícito, sino por su intento arriesgado a la hora de justificar el uso de la violencia.

Irreversible pudo haber sido menos explícita en imagen, con más fueras de campo o sin los famosos planos- secuencia, por ejemplo, sugiriendo así los actos violentos. Pero, aun así, seguiría siendo la más comprometida porque su fuerza no esta tanto en la imagen, muy a pesar de muchos, algo que no deja de ser cine, ficción, sino por esa justificación en la narración al uso de la violencia.

Antes de abordar la película, creo necesario mencionar que, a mi parecer, la historia del medio fotográfico y audiovisual, todavía muy joven, en su registro documentativo del uso extremo de la violencia en el siglo XX, Guerras y acontecimientos extremos, ha acostumbrado al hombre de hoy día a una mirada contemplativamente concienciada y tranquila respecto a sí mismos. Estudiamos mediante su registro en los medios audiovisuales la violencia desde fuera, asumiendo esa violencia como la “única” realidad, concienciándonos sobre nuestro pasado y revelándonos ante tales atrocidades; lo cual es positivo, pero insuficiente…El concepto de violencia hoy en día, queda pues, relegado a su uso extremo, físico o moral. Pero con un estudio más profundo, se puede ser consciente de su omnipresencia sin llegar a esos extremos que, sin embargo, es aceptado como algo de menor importancia.


Mi crítica más dura, sin embargo, es a lo más cotidiano, tan real como el registro del acto más atroz, pero mucho más subliminal. Es decir, a los diferentes medios de comunicación, televisión, cine, radio, etc, donde se recrea el sistema para, sutilmente, generar una violencia sin violencia; es decir, una violencia  latente.
Por esto, creo necesario intentar profundizar en la génesis del acto violento humano, para ser conscientes de esta latencia.

No ha sido necesario ofrecer una película bélica ni sobre genocidios para mostrar el instinto violento en el ser humano. De hecho, en una Guerra, por ejemplo, no son los hombres sino los ideales de estos los que generan una violencia forzada y por consiguiente el despertar de estos instintos.

Este ciclo se concibe para mostrar al ser humano sorprendido ante sí mismo, ante algo que no puede reprimir, ante algo de lo que no es consciente. Es el primer eslabón para entender el concepto violento, antes de adentrase en estados bélicos o de rebelión de masas.

El título de esta película, Irreversible, es la primera clave de esa justificación de lo que vamos a ver en pantalla. Gaspar Noé, necesito de un sistema narrativo que le ayudara en una tarea tan comprometida. Sin embargo, y suponiendo el impacto de su película, añadió la siguiente sinopsis a modo de respuestas:

“Porque el tiempo lo destruye todo”
“Porque algunos actos son irreparables”
“Porque el hombre es un animal”
“Porque el deseo de venganza es un impulso natural”
“Porque la mayoría de los crímenes quedan sin castigo”
“Porque la pérdida del amado destruye como un rayo”
”Porque el amor es el origen de la vida”
“Porque toda la historia se escribe con esperma y sangre”
“Porque en un mundo bueno”
“Porque las premoniciones no modifican el curso de los acontecimientos”
”Porque el tiempo lo revela todo”
“Lo mejor y lo peor”

Con esto, Noé se justificaba y se reafirmaba al mismo tiempo sobre lo que iba a mostrar en la película.
Para mostrar estas ideas utilizó un sistema narrativo “casi” innovador, ya que Christopher Nolan, con su Memento (íd, 2000), fue la pionera en su uso. Este sistema consiste en un montaje volteado a modo de bloques completos desde el final hasta el principio de la historia. Pero, a mi parecer, en Irreversible no sólo es un sistema necesario e irreversible, como el propio titulo indica, sino mucho más preciso y consistento que en la película de Nolan. Incluso, se puede suponer que sin la aparición de Memento, Irreversible habría sido la primera en utilizar este recurso narrativo.
Y es más interesante de nuevo, el uso narrativo en Irreversible, porque el núcleo central y vital de la película esta justamente en su punto intermedio. Una escena de la que se ha hablado mucho y que es el germen de todo lo que acontece en la película. El hecho de situarse justo en el punto central libera e esta escena del uso narrativo y consigue el efecto idóneo en los planteamientos y preguntas hacia el espectador, antes y después de la escena.
Para Noé su película es irreversible como su título indica, pero el espectador no puede dejar de ordenar la historia en su orden correcto por lo que esta escena se aleja de todo dilema narrativo. Simplemente, siempre debe estar ahí.



Sin embargo, si el propósito de Noé era la justificación de la violencia, parece conseguirlo. Al menos, mostrar su idea. Con esto, no nos hace participes de compartirla. Simplemente da su opinión y la refleja en Irreversible.

Y es que la película gira alrededor de la escena central, pero, su punto más importante y donde se plantean todas las cuestiones es al principio “final” de la película. Lo que ocurre en la escena central es atroz y no tiene justificación, ni plantea tantas cuestiones. Simplemente es brutal y explícito, y por lo tanto según Noé, necesario para entender lo que “ocurrirá” aunque ya mostrado. Nos hace participes y protagonistas, ya que los protagonistas podríamos ser cualquiera de nosotros.

Sin embargo, la violencia mostrada nada más comenzar la película plantea una serie de cuestiones al espectador en un momento a traición por el director, en el que no entiende lo que esta contemplando, no entiende un comportamiento "inhumano" en ese contexto sin ningún tipo de explicación narrativa aparente.

De ahí que el sistema narrativo resulte tan eficaz finalmente. Al menos, Noé consigue un suspense que en una línea temporal natural no resultaría. Todo esto refuerza el núcleo central y el resto de la película, es decir, el comienzo del día; porque Irreversible muestra la historia de tres amigos en un día completo donde, según Noé, el tiempo lo destruye todo. Y el tiempo no existe en la película. Por esto, Noé lo destruye o quizá lo recompone ya destruido; quién sabe.

Violencia aparte, la película es de una riqueza visual muy interesante. Saturada en colores vivos y con movimientos de cámara vertiginosos creando una atmósfera de un incertidumbre y desconcierto absoluto. La escena central, la plantea a nivel del suelo aportándole una impacto mayor si cabe. Es un plano secuencia de ocho minutos y cámara fija. Y es así, para generar impotencia ante un hecho brutal. El estilo visual es documental en varias secuencias aportando realismo a lo que vemos. Sin embargo, muy pronto sabemos que no es una película de entretenimiento barato. La violencia es real y explícita. A diferencia de otras películas “con sangre” o de terror, en Irreversible no hay sangre en abundancia, no hay terror ni ficción. Y esto, es mucho más estremecedor. Porque Irreversible es de esas películas de las que nunca te liberas y de las que no dejan indiferentes a nadie. Para mal o para bien.

Entre algunas de las interpretaciones, se dice que la película es una especie de viaje poético del infierno al paraíso, y es que desde comienzo “final” teñido de un rojo saturado hasta el final “inicio”, con una referencia al “niño de las estrellas” del 2001 de Stanley Kubrick, plantea muchas cuestiones sobre el ser humano.
A destacar también las actuaciones de los tres protagonistas, donde está Mónica Bellucci en el que es sin duda el papel más difícil de su carrera, y al mismo tiempo quizá su mejor Interpretación, y un Vincent Cassel con una actuación impecable.

Sin embargo, no es esta pareja la que más cuestiones plantea, sino, el tercer implicado interpretado por Albert Dupontel que interpreta a un hombre pacífico y paciente asombrado de lo que termina por hacer. Es el hombre sorprendido ante sí mismo, del que hablaba antes, y que hemos podido contemplar en todo el ciclo.

En el festival de Cannes, Irreversible fue la única película en la historia del festival en ser proyectada a la medianoche. Se dice que 250 personas abandonaron la sala en la premiere de la película en Cannes; también en San Sebastián ocurrió algo parecido.

Y es que Irreversible es una película compleja, impactante, rechazada y aplaudida por igual. Una película difícil que cierra un ciclo y un breve estudio sobre la violencia y la condición humana, planteado con el medio cinematográfico como instrumento. Espero les haya interesado y ayudado tanto como a mí.

Javier Ballesteros  para el Ciclo "Violencia y condición humana" del 2º año de La Filmoteca (2008).

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Cartelería.

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La Naranja Mecánica de Stanley Kubrick.

"Es tan inhumano ser totalmente bueno como totalmente malvado. Lo importante es la elección moral, y la maldad tiene que existir junto a la bondad para que pueda darse esa elección moral."

Anthony Burgess.


Al terminar 2001: una odisea del espacio (2001: A Space Odyssey, 1968), Stanley Kubrick decidió que su siguiente paso sería adaptar la novela de Anthony Burgess La naranja mecánica (A Clockwork Orange, 1971), una versión futurista de las bandas callejeras – como los mods - que por aquel entonces existían en Inglaterra. La novela describía una juventud hedonista y extrema cuyos principales intereses son la violencia, el sexo y las drogas y que hablaba en un argot derivado del ruso denominado nadsat (el sufijo ruso para indicar adolescencia). Un ejemplar de la obra llegó a las manos del director durante el rodaje de Teléfono rojo: volamos hacia Moscú (Dr. Strangelove or:  How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb, 1964) a través del escritor y guionista Terry Southern. Desde el principio Kubrick estuvo interesado en adaptar la novela, pero en un principió reculó de sus intenciones, puesto que veía complicado que el público pudiera entender el nadsat. Sin embargo, como todos conocemos, decidió seguir adelante y de hecho éste fue su primer guión escrito en solitario.

En el guión definitivo podemos encontrar diversos cambios respecto a la novela original. En la novela, los pandilleros son quinceañeros, mientras que para la película – por razones obvias – rondan los veinte años. También se incluyen otros elementos visuales como las referencias eróticas – principalmente fálicas – que no existen en la novela. Pero la diferencia principal – y que molestó mucho a Burgess – es el final prematuro de la película respecto al libro. La obra original de Burgess contenía 21 capítulos, pero la editorial que lanzó la novela en Estados Unidos eliminó el último capítulo por considerarlo “demasiado blando”. Hay que entender la postura de Burgess en este sentido, puesto que en el capítulo 21 de la novela, Alex – el protagonista -muestra síntomas de madurez y rechazo natural a su anterior vida, aspecto que no se nos muestra en ningún de los 20 capítulos anteriores y por lo tanto tampoco en la edición estadounidense ni en la película, porque pese a que Kubrick vivía en Inglaterra y toda la producción de la película se realizó en ese mismo país, su adaptación corresponde a la versión reducida del libro.
"De buena manera repudiaría la versión cinematográfica de Stanley Kubrick por diferentes razones, pero eso no está permitido."
Anthony Burgess.


El rodaje de la película no tuvo grandes complicaciones y fue fluido. Prueba de que las cosas estaban saliendo bien es la amistad que surgió entre Kubrick y Malcolm McDowell, el actor protagonista. McDowell dota a su personaje de gran desparpajo con muecas que caminan sobre la línea que separa la burla del patetismo y acaba haciendo de Alex una versión moderna y excéntrica de personaje de tragedia griega. Una de las marcas del personaje fue, de hecho, una idea suya, la de cantar Singin’ in the rain durante la archiconocida escena de la violación. Pese a estar muy satisfecho con su trabajo, Kubrick no volvió a contar con McDowell para siguientes proyectos, lo cual molestó al actor.

Con La naranja mecánica, Kubrick consagró el control que ejercía sobre sus producciones. Firmó un contrato con la Warner Brothers según el cual tendría potestad absoluta sobre la obra final, montaje incluido. Si películas contemporáneas como Cowboy de medianoche (Midnight Cowboy, 1969) de John Schlesinger o la recién visionada en esta filmoteca Perros de paja (Straw Dogs, 1971) de Sam Peckinpah habían sido calificadas X, lo que las relegaba a un muy posible fracaso comercial. Aunque estas dos películas fueron bien recibidas por el público, Kubrick no quiso arriesgarse y recortó 30 segundos de su película, rebajándose así su calificación de X a R. Y su control no se quedaba en lo referente a la propia producción, sino que este contrato también le permitió manejar a su antojo la distribución de su película. Ya que había firmado por un sueldo de dos millones de dólares, debía asegurarse la máxima amortización de la película, así que creó una base de datos de salas de cine y proyectó la película sólo en aquellas en las que Kubrick, estadística en mano, creyó que podían aceptarla mejor. El resultado fueron 40 millones de dólares de beneficios. Este éxito arrollador fue únicamente detenido por Kubrick: en Inglaterra comenzaron a surgir bandas de jóvenes que cometían actos vandálicos y crímenes inspirados en la película. La prensa sacó jugo y comenzó a culpar a la cinta y al director de esta violencia. Kubrick, en un principio se defendió:

"Intentar atribuir responsabilidades al arte como motor de la vida me parece dar la vuelta al problema. El arte consiste en remodelar la vida, pero no la crea ni la provoca".

Sin embargo, con el paso del tiempo los actos violentos prosiguieron, y Kubrick – muy entristecido por lo que se había provocado - aprovechó su afianzada relación con la Warner y pidió que la película se dejara de exhibir.
La obra era fácil de culpar, puesto que mostraba la violencia como pura diversión irracional y retrata la ambigüedad de su naturaleza. Cuando en este mundo se acostumbra a aplicar la lógica y se proclama que “la violencia genera violencia”, en La naranja mecánica se nos muestra a un joven que vive mimado por sus padres, que ama a su mascota y que escucha música clásica en su habitación, pero que sale de noche por la calle con sus compañeros de banda – “drugos” - y se divierte cometiendo actos violentos sin transformarse ni convertirse en otra persona. Cuando escucha la Novena sinfonía o cuando propina una paliza a un vagabundo. Alex sigue siendo el mismo. Esta es la condición sobre la que se desarrolla la historia y significa el punto álgido de debate sobre la misma. Un debate que ahora les proponemos aquí en la Filmoteca.

Existe cierta unanimidad en cuanto a la impecabilidad técnica de la obra – lo cual es un patrón en todas las producciones de Kubrick. En cuanto al valor cinematográfico de la cinta, existe amplia variedad de opiniones. Cuando algunos la consideran una obra maestra, una reflexión sobre la libertad de la conciencia humana, otros la consideran sobrevalorada y obsoleta, pues ven en ella otro instrumento de provocación del megalómano Kubrick. Durante los últimos tiempos, sobre ambas tendencias ha prevalecido – sobre todo entre la juventud - el culto por la estética retro-futurista de la película, especialmente hacia las vestimentas de Alex y sus drugos, una vertiente que radica en un interés cinematográfico relativo. Lo que está claro – y el abajo firmante sabe que lo que va a escribir es un topicazo – es que La naranja mecánica no deja indiferente a nadie. Y si eso ocurre, rompiendo una lanza a favor de Kubrick, en absoluto se puede culpar a la obra.


Antonio Ruzafa para el Ciclo "Violencia y condición humana" del 2º año de la Filmoteca (2008).
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STANLEY KUBRICK, su propio Napoleón:

Cincuenta años pueden dar para mucho, pero la filmografía de Stanley Kubrick no es el caso. Desde su primera a su última obra cinematográfica transcurren casi cincuenta años, pero únicamente tres cortos y trece largometrajes, habiendo despachado ocho de sus películas en las décadas de los 50 y 60. Al respecto se pueden decir muchas cosas: que quizás su afán por abarcar muchos géneros afectó su proliferación, que no le interesaba tanto una carrera que ya tenía afirmada o que simplemente gustaba demasiado de vivir su vida recluido en su finca inglesa. Todas las afirmaciones tienen algo de cierto, pero la correcta – que a su vez abarca todas las anteriores – es decir que fue un controlador obsesivo y absoluto de sus obras. Quizás su punto de inflexión fue el rodaje de Espartaco (Spartacus, 1960), película que no produjo ni cuyo guión escribió y – lo que más le fastidiaba – en la que no podía tener libertad de acciones. A partir de esta producción decidió que supervisaría todos sus proyectos, idea que radicó en una obsesión cada vez más pertinente por supervisar todos los aspectos de sus obras, lo que le hizo ganarse, con los años, una reputación de megalómano. Los que así afirmaban se basaron en obras posteriores de Kubrick como 2001: una odisea del espacio (A Space Odyssey, 1968) o Barry Lyndon (íd, 1975) para argumentar sus aseveraciones. Películas de alto presupuesto y mucho tiempo de metraje que técnicamente son un ejercicio de perfección estilística.
Perfección que con el tiempo acabaría perjudicándole, como con La chaqueta metálica (Full metal jacket, 1987), una película sobre la guerra de Vietnam que pasó demasiado tiempo planificando y cuyo estreno disgustó finalmente a Kubrick, puesto que para entonces ya habían aparecido otras películas parecidas – y muy bien consideradas - sobre el tema como Apocalypse now (íd, 1979) de Francis Ford Coppola o Platoon (íd, 1986) de Oliver Stone. Para no llevarse el mismo disgusto decidió no seguir adelante con The aryan papers, un proyecto sobre el Holocausto que decidió no proseguir a causa de la producción de La lista de Schindler (Schindlers's List, 1993) de Steven Spielberg. Aunque el gran proyecto fallido fue su biopic sobre Napoleón, un personaje histórico al que admiraba y sobre el que Kubrick pensaba que no se había realizado un filme que le hiciera justicia. Sin embargo, postergó su idea por razones de presupuesto y nunca pudo volver a retomarla.
Durante el susodicho rodaje de Espartaco, Kubrick sufrió otra frustración: no poder moldear al actor Kirk Douglas – que era el que realmente controlaba la producción - para conseguir su objetivo. Este aspecto hizo mella en su forma de dirigir y desde entonces en todas sus películas se esmeró en exprimir al máximo los trabajos de sus actores, a veces llevándolos a extremos de desesperación sólo para conseguir ciertos registros. De hecho, al contrario que muchos directores, no tuvo actores fetiche y con pocos trabajó en más de un proyecto.
Dicho todo esto, hagamos justicia. Kubrick ha escrito su nombre en la historia del cine. 2001 fue la piedra angular de un género entonces en ciernes, la discutiblemente denominada ciencia-ficción, además de suponer una gran innovación en el terreno de los efectos especiales (por los que Kubrick recibió su único Oscar). Senderos de gloria (Paths of Glory, 1857) es una de las películas anti-belicistas más famosas a día de hoy. Teléfono rojo: volamos hacia Moscú está considerada como una de las mejores comedias de la historia. Y es fácil reconocer en películas como Pulp fiction (íd, 1994) de Quentin Tarantino una herencia total de Atraco perfecto (The Killing, 1956). Quizás fue un megalómano y un obseso, pero siempre se aseguró de que el siguiente paso que daba no fuera en balde y es algo que se puede comprobar en su corta pero fructífera filmografía.

Ciclo "Violencia y condición humana" del 2º año de la Filmoteca (2008).


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Bonus.
Resumen con las mejores imágenes.


Bonus 2.
Cartelera e imagenes promocionales.

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Perros de Paja de Sam Peckinpah.


“La violencia es siempre un acto de debilidad y generalmente la operan quienes se sienten perdidos”
 Paul Valéry.



Entrados en los años 70, Sam Peckinpah ya era todo un paladín cinematográfico, pese a ello la Warner no dudo en romper con él tras el caótico rodaje de La Balada de Cable Hogue (The Ballad of Cable Hogue, 1970), y su posterior descalabradura en taquilla.
Sin embargo, Sam removió tierra, mar y aire hasta llegar a las islas británicas, para gestar la que para muchos su obra más celebrada, Perros de Paja (Straw Dogs, 1971), reescribiendo así la obra de Gordon Williams, “The Siege at Trencher´s Farm”, a partir de la necesidad congénita de dominación y defensa del territorio que aguarda en el hombre, y que, subconscientemente, provoca la violencia; un alboroto homicida por el cual David Sumner llega a su verdadero ser.

La particular exploración de la violencia nace de la obsesión de un hombre racional (papel absorbido con maestría por Dustin Hoffman) en su imposibilidad de comunicarse (en ocasiones ni siquiera con su mujer) en un entorno hostil y degradado, germen de la ideología individualista que caracterizó siempre a Peckinpah. Indaga en las diferencias entre lo rural y lo urbano, lo cuerdo y lo visceral, lo salvaje y lo racional. Pero sobre todo salen a relucir los comportamientos del ser humano y el enfrentamiento entre individuo y convenciones sociales, muy visible en el cine de los 70, donde Perros de Paja es una referencia, dejando a su vez la puerta abierta al debate sobre conceptos como justicia, orden o defensa que sustentan la ambigüedad del film en determinadas situaciones.

La película no se recrea en la violencia, pero tampoco la censura, y es inenarrable ver como el director domina situaciones extremas, como la controvertida violación. La escena inequívocamente horrorizaba por su ambigüedad, pero creo que el trauma y el derrotismo de Amy se retratan con sinceridad, sin caer en la degradación de la mujer.

Habiendo asistido a esta peculiar manera de describir el ambiente campesino y sobre todo una relación de pareja con sus más y sus menos, Peckinpah da rienda suelta a su cine. La película posee una intensidad narrativa que se va acentuando ya desde la calma intranquila de los primeros planos, hasta alcanzar la espiral de violencia final, donde “El Coyote” filma desde el ojo del huracán con soltura y pulso. Planos aberrantes, niebla, cámara lenta y un montaje enérgico y expeditivo, salvan lo que finalmente es una algarabía de gran provecho cinéfilo.

Perros de Paja está considerada como una película muy influyente dentro de lo que se llamó en su momento "El Nuevo Hollywood", formando parte de una generación de películas entre las que se incluyen, por ejemplo, ese mismo año Contra el imperio de la droga (The French Connection, 1971) de William Friedkin, La Naranja Mecánica (A Clockwork Orange, 1971) de Stanley Kubrick, y Harry el Sucio (Dirty Harry, 1971) de Don Siegel, o al año siguiente Defensa (Deliverance, 1972) de John Boorman. Todas ellas destacaron por llevar las escalas de violencia y sexualidad a nuevos niveles, alimentando la psicología individualista y visceral en personajes resentidos con la incoherencia social latente.

Antonio Cristóbal para el Ciclo "Violencia y condición humana"  del 2º año de la Filmoteca (2008).


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SAM PECKINPAH, el renegado de Hollywood.

Conocido también como Bloody Sam o El Coyote se hizo uno de los cineastas principales de los años 70 con su representación innovadora y explícita de la acción y la violencia, así como de su reestructuración del Western, ejemplificadas en Grupo Salvaje (The Wild Bunch, 1969), obra capital de El Nuevo Hollywood. Otras grandes películas definidoras de su talento serían Duelo en Alta Sierra (Ride the High Country, 1962), Junnior Bonner (íd, 1972), La Huida (The Gateaway, 1972), Pat Garret y Billy El Niño (Pat Garret & Billy The Kid, 1973) o Quiero la cabeza de Alfredo García (Bring Me the Head of Alfredo Garcia, 1974).

Marcado como a una res por el cine de raíces americanas como el de John Ford, Howard Hawks, John Huston, Arthur Penn o del que fue su mentor Don Siegel, y siendo un adulador absoluto del cine de Akira Kurosawa. Las películas de Peckinpah generalmente tratan el conflicto entre valores e ideales, y la corrupción de la violencia en la sociedad humana. Sus personajes son a menudo solitarios o perdedores que desean ser honorables, pero se fuerzan a comprometerse para sobrevivir en un mundo de nihilismo y brutalidad. Esta singular ideología perseguiría incluso a su persona, marcándole como un rebelde e individualista resentido con su entorno, ligado al nefasto mundo del alcohol y las drogas, convirtiéndose en uno de los antihéroes que él mismo habría creado para una de sus películas, y perjudicando el transcurso de su carrera propiciado por continuos rifirrafes con productoras.
Cuando se habla de violencia en el cine, de algún modo se habla de Peckinpah, pero sus películas no sólo atienden a su necesidad visceral de plasmarla, su cine único también destacó por la profundidad psicológica, el lirismo y la intensidad narrativa; planos cortos de marcada tensión, un montaje atrevido y la plasticidad de sus planos a cámara lenta siempre fueron su mejor carta de presentación. Directores como Walter Hill, John Woo, Kathryn Bigelow, Clint Eastwood, Paul Schrader, Martin Scorsese, Quentin Tarantino o John Millius han reconocido la influencia de Peckinpah en parte de sus obras.

Antonio Cristóbal para el Ciclo "Violencia y condición humana"  del 2º año de la Filmoteca (2008).


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Bonus 1.

Entrevista a Sam Peckinpah.

Eduardo Jáudenes de Salazar: ¿Qué condiciones le pusieron para rodar Perros de Paja?

Sam Peckinpah: Fue un encargo, y como siempre ocurre en mis películas, con imposiciones. Me hicieron firmar que tendría un final feliz. Yo elegí a Susan George para que interpretara a la esposa de Hoffman, y no le veía una salida posible al final feliz. Me había hundido yo mismo. Un día Dustin se acercó a mi preocupado y me dijo que no podía terminar así la película. Yo le propuse otro final y es el que tiene. Susan George era muy carnal, muy coqueta. El final era absolutamente desolador. David Warner, el loco del pueblo, dice: “No sé dónde está mi casa”. Hoffman le contesta: “No se preocupe, yo tampoco”.

E.J.S.: En todas sus películas ha contado con menos libertad de la que hubiera deseado.

S.P.: Todas mis películas son hijos mutilados, ninguna de ellas la he rodado con entera libertad. Cosa que hace que las quiera más, es como el padre que siente más afecto por los hijos enfermos que por los sanos. Cuando me hablan por ejemplo de Mayor Dundee, siento ganas de asesinar... destrozaron esa película. Cuatro años más tarde me llamaron para volver a hacer las mezclas y el doblaje. Me negué en rotundo. Lo que allí me hicieron fue una canallada, una faena personal.

E.J.S.: ¿Nunca tomó represalias contra los productores?

S.P.: En Pat Garret demandé al productor por quitarme 16 minutos que destrozaron la película. Perdí tiempo y dinero. Pero cualquier cosa que haga es inútil, siempre acaban haciendo lo que les da la gana. En Grupo salvaje únicamente vi ocho rollos de mi montaje, luego me lo quitaron de las manos. EMI se hizo cargo de ella. Esto me ha pasado mucho, como me paso del tiempo establecido, me las quitan, y la mitad de ellas ni las veo. El montaje final lo hace otro. Pensé filmar sin claqueta como Welles, pero si lo hago así y no monto yo, es probable que el resultado sea aún peor y más grave el remedio que la enfermedad. Incluso llegué a considerar la idea de rodar como Hitchcock, que sólo rodaba desde un ángulo cada toma y así el montaje sólo se podía hacer de una forma establecida, pero yo no hago story board y además me gusta probar cosas e improvisar sobre la marcha.

E.J.S.: ¿Y nunca barajó la posibilidad de hacerse productor?

S.P.: Sí, me lo planteé seriamente, pero lo rechacé de pleno, pues es tan difícil ser productor como trabajar para otro productor, surgen problemas adicionales como los créditos, o los distribuidores que imponen ciertas cosas o actores. Por un lado se estarían resolviendo ciertos problemas y por otro surgirían nuevos, derivados de la financiación y distribución de recursos, sin erradicar el problema esencial que es el del control total de la película.

E.J.S.: Los personajes que ejercen la violencia en Perros de paja son muy distintos de los del resto de sus películas.

S.P.: Sí, la diferencia de Perros de paja con las otras es que en el resto de las películas los personajes están relacionados con la violencia de una u otra forma. En La cruz de hierro, donde yo quería reflejar las consecuencias de la guerra, son militares. Por eso me recreo en el alemán que tenía la cara destrozada y los mutilados entre orgullosos y hundidos por su estado. Allí una vez más el productor alemán me impuso obsesionado la secuencia en la que la prisionera rusa, mientras practica una felación al oficial alemán, le muerde el pene y se lo queda en la boca. Este hombre, rey del porno, quería un primer plano de ese momento. En otras películas la violencia va con los personajes, como en Pat Garret, Mayor Dundee, Grupo salvaje, La huida... por las actividades o profesiones de los mismos, matones, policías, cazarecompensas, gángsters... mientras que en Perros de paja es la historia de una persona pacifica, casi una mosquita muerta, un matemático ajeno a la violencia en su profesión, que víctima de las circunstancias se ve convertido en un asesino múltiple. Es una tragedia de primer orden, los personajes se mueven impulsados por el destino como si fuesen marionetas.

E.J.S.: Perros de paja es, de sus películas, en la que hay menos humor.

S.P.: Esa opinión es acertada. Humor negro casi siempre. En La huida, que es una especie de parodia de cine negro, los personajes caen bien pues son unos malos muy débiles. La pareja ha sufrido unos golpes y vicisitudes enormes, al bajar del camión de la basura, todos sucios; él le da un manotazo a ella cuando se rasca y dice: “La vida es una broma”. Eso es exactamente lo que yo pienso de la vida. Me gusta llegar al humor por los contrastes fuertes, por ejemplo, cuando me preguntan cuál es mi película favorita siempre digo: Emmanuel negra y Lo que el viento se llevó. En las demás películas todos van detrás de un tesoro, para los personajes en Quiero la cabeza de Alfredo García, esa cabeza era como un tesoro. Esta película tiene el humor del que me gusta, muy desmadrado, surrealista. Incluso llegué, hacia la mitad de la película, a cambiar el tono, tomando un amarillo dominante, es como decir al espectador que a partir de ahí, puede ocurrir cualquier cosa, como si se tratase de un sueño. Esa era mi coartada para que todo se aceptase, el objeto del deseo es la propia cabeza de un hombre que va cambiando de manos, se conserva en hielo, metida en una bolsa y rodeada de moscas. Es, de mis películas, en las que hay más humor negro transmitido eficazmente al espectador, es como una broma pesada. En Aristócratas del crimen me ocurre lo contrario, no supe transmitir eficazmente el humor a los espectadores, intenté hacer una película divertida y los espectadores se la tomaron en serio. No comprendo cómo pueden creerse tantas cosas absurdas que pasan ahí. Sin embargo, como dice, en Perros de paja es donde hay menos sentido del humor, eso se debe a que los personajes así lo imponen por sí mismos, tanto Dustin como Susan son personajes para una tragedia, lo llevan escrito en la cara.

E.J.S.: ¿Redime moralmente al personaje que interpreta Hoffman en Perros de paja?

S.P.: Comparando la más moral de mis películas, es decir, La balada de Cable Houge, con Perros de paja, se puede decir que en Cable Hougue el hombre que se pasa toda la película intentando vengarse de los que le han abandonado, maltratado, pegado y robado, muere arrollado por un carro al querer salvar a sus agresores. No hay final más moral. Pero no es un guión mío, es de John Crawford y Ednund Penney. En Perros de paja lo que existe es legítima defensa, repeler una agresión de quien te intenta matar, teniendo en cuenta que una de las partes es mucho más fuerte y abundante en número y la otra sólo cuenta con su ingenio. Se aplica por tanto una fuerza necesaria y proporcionada. David Sumner está salvado moralmente en su actuación violenta.

E.J.S.: Usted es el director de cine que mejor ha rodado la violencia a cámara lenta. ¿Le gusta regodearse en la representación de la violencia?
S.P.: Resulta efectista. Y yo hago el cine pensando en el público, tratando en todo momento, sobre todo en los violentos, de impresionar al espectador. El cine es un espectáculo y todo lo que contribuye a sobrecoger al espectador me interesa.

E.J.S.: ¿Qué aconsejaría a un joven que quiera hacer una película tan buena como Perros de paja?

S.P.: Muy sencillo, cuatro cosas: tener una buena historia, ir al productor adecuado, comenzar a engañar, mentir, defraudar y mucha constancia para seguir defraudando, mintiendo, engañando...

[Entrevista inédita realizada por ©Eduardo Jáudenes de Salazar en 1983]



Cartelera internacional.

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-Irreversible de Gaspar Noé.

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Noche y niebla de Alain Resnais. Pequeño documental sobre Auschwitz.


Me acordé de este documental a mi vuelta de un viaje de placer con amigos a Cracovia. Allí nos acercamos hasta el campo de concentración de Auschwitz en el que una guía nos fue contando parte de  la atroz historia que allí se vivió. La voz en off del documental, así como los largos travellings nos muestran, al igual que nuestra guía, los lugares en que se ejecutaron a miles de personas.

Ya, el joven Resnais, afianzaba el estilo pausado que más tarde se pudo ver en Hiroshima mon amour o El año pasado en Marienbad.

Doce años después de la liberación y del descubrimiento de los campos de concentración nazis, Alain Resnais, nos transmite todo el horror del holocausto en apenas media hora a través este sobrecogedor documental. El film combina escenas tomadas en 1955 en color de los campos vacíos, donde vuelve a crecer la hierba, como si la naturaleza quisiera tapar tanto horror... con otras de la época (1944), del transporte en trenes, de los campos y, cuando la derrota hace imposible eliminar los cadáveres, las montañas de esos cuerpos desfigurados y en descomposición.

El título Nuit et Brouillard (Noche y niebla) hace referencia al Decreto Nacht und Nebel (Decreto Noche y niebla, también llamado Decreto NN)del 7 de diciembre, firmado por el mariscal Wilhelm Keitelen y hace referencia a su particular operativa y en la aplicación de prácticas de desaparición forzada de personas, incluyendo el asesinato de prisioneros de guerra cuyos derechos estaban protegidos entonces por la Convención de Ginebra.

Nuestra visita anduvo lenta y silenciosa, sorprendidos al ver las cámaras de gas, los crematorios, los miles de zapatos, gafas y cabellos que se amontonaban por doquier. A todos se nos encogió el alma contemplando los rostros de niños esqueléticos en las fotografías. Para mí, lo más impactante fue ver flores en recuerdo de algún familiar, gente que había depositado una flor en una fotografía de un pasillo en la que habría miles de fotografías.

Nos subimos al autobús de vuelta a Cracovia siendo conscientes de lo afortunados que éramos viviendo en un  lugar y tiempo diferentes, y de la sensación de estar aún si cabe, más vivos todavía.

JMT.